martes, 4 de abril de 2017

intermitencia



Conversaciones con un amigo que está en España de gira con su guitarra: Yo le digo que debe ser hermoso todo lo que allá le pasa por los ojos. Me responde que eso le pasa cada vez que me ve a mí. Y nos reímos, es obvio que es una broma.
 A propósito, recuerdo aquel 2014 en el que como buena ingenua que suelo ser en casi todo, me anoté en un centro de flamenco con la excusa de obtener una beca para irme a cualquier rincón Andaluz, bailando. Después me di cuenta de que iba con chicas que hace desde que nacieron que se dedican a eso y todavía no lo lograron. Ahí me ubiqué. Al pedo, a Forest Gump le iba bien porque se lo proponía y ya. Maldita cabeza. No me frustré, al contrario. Me enamoré de los zapateos, ese año estuve muy enojada, así que fue una descarga muy buena y necesaria. También me gustaba ver la cara de Lorca mientras aprendía nuevos pasos en el espejo. Tengo imágenes surrealistas de momentos efímeros de la vida, que a veces lamento que sean tan efímeros. Después pienso y me encanta, siempre elijo tocar e irme, me gusta quedarme hasta aprender algo. Podría ser mucho más ambiciosa, ya lo sé. Ese peso de la mochila es el que viene cargadito de pasado, de preguntarme por qué no hice esto en vez de aquello, por qué no perduré en muchas cosas, por qué fui tan boluda. Mi parte instintiva me mantiene tranquila:  siempre tuve aguante con el amor. Estaba equivocada: creía que no dependía de mi, y, por suerte,  estoy enamorada todo el tiempo.

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