miércoles, 13 de julio de 2011

magic bus




A la gente le parece aburrido. Hasta hace poco para mí también lo era, viajar en colectivo urbano. Este año, no me quedó otra que agarrarle un poco de cariño, ya que varias horas de mis días estoy arriba de cualquier línea que me lleve a las paradas de la felicidad, para encontrarme con amigos, del amor, para ir al trabajo, para hacer algo que, naturalmente, siempre queda lejos de mi casa. Aprendí a bancarme sonidos varios que salen de celulares de pasajeros ajenos, utilizando como escudo mis sagrados auriculares, en los que, (valga la redundancia), siempre suena como rito un tema de los Dire Straits. Aprendí a ver en las casas que atraviesan casi siempre mi mismo recorrido; estructuras, arte y muchas ventanas de diferentes tamaños. Desde que tengo uso de razón estoy acostumbrada a pararme cuando alguien necesita un asiento más que yo. Y no lo hago por obligación. Los viajes son cansadores, vivir en un extremo de la ciudad es agotador. Pero se hace llevadero. Ya me conozco las caras de casi todos los choferes, me gusta saludarlos cuando me subo.