martes, 14 de enero de 2020

quiero tatuarme una brújula y que el norte sea amor puro




En este nuevo año me acompaña una bitácora, un pseudo diario íntimo, funciona como recordatorio, como anotador de coincidencias y relaciones locas, como cuaderno de dibujo, (sí, nunca lo hice y lo hago bastante mal. Pero estoy dibujando), es una buena excusa para no dejar de escribir a mano  y para anotar experiencias y recordarlas para siempre. Se está volviendo un librito parecido al de una drogadicta convertida en pastora evangelista o algo así, porque es demasiado optimista y positivo. Cada día que pasa todo está bien y estará mejor. Lo hago casi por inercia o porque quizás mi mente solo está llena de pensamientos así. Lo que me preocupa aparece cuando me enrosco flasheando si la estoy pifiando y estoy aceptando mi vida tal cual es sin darme cuenta que me estoy convirtiendo en una conformista  clásica víctima de este sistema…  
El error está ahí, en pensar boludeces.
La sincronía de la naturaleza funciona  por instinto, verdad? Bueno, así estoy yo. Me respondo a medida que estoy escribiendo y digo que no es así, que estoy haciendo muchas cosas lindas de verdad. Que darse la oportunidad de pasarla bien tiene que durar toda la vida o al menos una buena temporada, que soy lo que pienso, que depende de mí,  que existe dentro nuestro toda una galaxia entera,  y como sabia tolteca cuido mis palabras empezando por la cabeza. Me gusta creer que voy por buen camino. Me siento bien. Podría escribir más seguido, pero el calor me pide birra y la fecha me pide resumir para rendir (y aprobar, claro) el próximo mes.