martes, 1 de diciembre de 2020

Penélope Centennial

 Ya estoy cansada de tejer y destejer tantos años seguidos. Hoy se cumple el aniversario veinte y estoy más contenta que nunca. Siento que todos los días de estire de hilo y enriedo de emociones están valiendo y mucho. Hoy me siento más joven. Mi chiquito volvió y el aire está lleno de olores ricos, como si en Itaca la primavera nunca se hubiera ido. 

Mientras también imagino como estará él ahora, tan guerrero y luminoso, quiero dejar de mirar al cielo para mirarlo ojos otra vez. Sigo sobreviviendo en este palacio rodeada de hombres que no quiero, que se acercan para tomarme la mano o se arrodillan pidiendo por favor que les de una oportunidad. Ernesto es el más pesado de la manada, no deja de preguntarme cuando voy a terminar mi telar y me apuró con que tenía que salir del cuarto aunque sea para cocinarles una vez, porque quería corroborar que además de todos los lujos que nos está robando también puede tener a una cocinera buena y gratuita. El otro día le tiré un tazón con semillas con mucho disimulo y me dejó de preguntar. Me enteré que las lenguas de la isla quieren que se defina el poder, y estaban planeando elegirme entre todos a un nuevo pretendiente. ¿No pueden ver a una mujer sola y tranquila? ¿no puedo acaso empoderarme? Estas agujas me están salvando la vida. Las del tiempo no lo sé. Yo solo sigo pidiendo a Atenea que nos proteja mucho, y se que todo va a estar bien. Ayer en mis sueños el apareció como renaciendo desde el mar. Está muy cerca, lo siento, como también sentí a mi pecho explotar en todos mis cumpleaños, y como la tristeza me comió las lágrimas y me volvió al ceño fruncido pero atento. Siento también como mis manos están mas fuertes, y como  mi paciencia alcanzó el infinito.


lunes, 23 de noviembre de 2020

Si el 2020 fuera un texto.





Si uno nunca se vaciara,
no tendría espacio para lo nuevo.
Sin duda, evolucionar constituye
una infidelidad al pasado,
a las antiguas opiniones de uno mismo.
Cada día deberíamos cometer una pequeña traición
hacia nuestras opiniones tan firmemente establecidas.
Se trataría de un acto optimista, esperanzador,
que garantizaría la fe en el futuro,
una afirmación de que las cosas pueden ser
no sólo diferentes, sino mejores.

Hanif Kureishi

jueves, 1 de octubre de 2020

paguemos algo que todavía no rompimos, para que luego no nos vengan a frenar




 Cosas que estoy aprendiendo durante esta pandemia

Que cuando conocí el Yoga, lo iba a buscar. Mantenía una disciplina en la práctica y cada vez que salía de la clase era una seda, una pluma volando en el bosque sureño más precioso. Hoy, el Yoga viene a mí. El cuerpo lo pide ya no tengo que ir a cumplir horarios. A veces me caen muchas fichas, como esas maquinitas del sacoa en la que tirabas estratégicamente  una moneda en las escaleritas para que bajen más. A veces encuentro la paz que necesita mi mar interno cuando está picado y no me deja divisar el fondo con tanta claridad. A veces estoy rodeada de la gente que amo, que admiro. A veces estoy yo simplemente flotando en el océano. Otras siento como el oxígeno visita cada átomo que me conforma y expande mi bienestar, que viene de la mano con la conciencia. Es una necesidad, una función vital.

Que no le temo más a la incertidumbre. Estoy surfeando. A veces me pego unos palos y me caigo, pero  nunca hubo certezas. Nada es para siempre estático, los grandes anhelos van más allá de algo material. El deseo es puramente abstracto, es una realización colectiva, es una libertad que nos pertenece a todxs. Es nuestra huertita y casa en el medio de la naturaleza, son abrazos, son lágrimas sinceras, son las veces que agradecemos por lo que tenemos. Son las cosas que hacemos para (mejorar) lo que somos. No tenemos nada asegurado más que la llama que ruge en nuestro interior y nos guía, nadie sabe adonde, pero sabemos que es por ahí, por acá.

Que no me puedo definir. ¿Quién soy? Puro eclecticismo. Entre el ayer, el hoy y el mañana encontraré muchas versiones de mi. Estoy tratando de quererme en el presente. De acostumbrarme a no proyectar. A veces tengo miedo y lloro mucho. Me canso de muchas cosas , me aburro, llevo colgada la bandera de la impulsividad y cada tanto me choco con alguna pared. Tengo una brújula y ya.

Que cuando estoy atenta encuentro muchas señales. Mucha gente linda y buena de corazón, muchos pájaros que me reciben en las puertas, a mi gato durmiendo sobre mi corazón. Un colibrí en la ventana. Una canción que habla de lo que soñé ayer. La hora perfecta cuando miro el reloj del celular. La telepatía y un mensaje de whats app que recién llegó. Un amor que llega avisando que tengo muchas cosas para aprender, sufrir ya quedó en la etapa más emo. Que se venga esa transformación.

Que hay que vivir ahora. El mundo está cambiando ? Al principio tenía un halo de esperanza poderoso, ahora se todo se me parece a la nueva versión de facebook, nos quejamos, hasta que nos adaptamos. Yo soy de las que no quiere ninguna adaptación. Tampoco resistencia. Deseo que todo se llene de flores y que se pueda vivir adentro de un disco de los Beatles.

jueves, 23 de abril de 2020

voy a empezar a escribir estas flasheadas



Soñé con la actualidad. Un poco distorsionada, claro. Pero soñé que la pandemia estaba en su curva más elevada, y que se me acercaba un doctor algo viejito, canoso y con lentes, y me decía: “no hay que preocuparse más por los respiradores. no sirven. Tenemos zanahorias. Y la gente  empezaba a circular en la calle con dos zanahorias, una en cada agujero de la nariz, apenitas metida en los orificios, y respiraba como nunca, con gran satisfacción. Me levanté con la voz interior repitiendo: “no necesitamos respiradores, tenemos zanahorias”

viernes, 28 de febrero de 2020

siento el fulgor y quiero entrar


Tengo unas ganas de accionar, de arrojarme al vacío, de arriesgarme a saltar por el abismo, sé que no voy a morir. Lo peor que puede pasar, es que me de un par de golpes y la pase mal un tiempo pero volveré a transformarme como buena escorpiana. También pienso: ¿qué pasa si es como saltar un escalón? Mandarse de por sí ya es un acto heroico, y más ahora que la juventud y la experiencia conviven en mí . Estoy sufriendo la enfermedad centenial del exceso de información. Y no sé que hacer con tanto, mejor dicho, no estoy haciendo mucho. Falta acción. Acá es donde me pongo reflexiva y no sé si dejar que fluya todo o pegar el envión. Sé que la ansiedad me controla más a mi que yo a ella, pero para combatir a ese monstruo necesario cuento con el arma más poderosa del cosmos que se llama respiración. Quizás con estos monólogos internos solo logre enroscarme. Voy a seguir cantando mantras, voy a dejar de analizar la situación. Se apaga la mente y se prende el corazón.

martes, 14 de enero de 2020

quiero tatuarme una brújula y que el norte sea amor puro




En este nuevo año me acompaña una bitácora, un pseudo diario íntimo, funciona como recordatorio, como anotador de coincidencias y relaciones locas, como cuaderno de dibujo, (sí, nunca lo hice y lo hago bastante mal. Pero estoy dibujando), es una buena excusa para no dejar de escribir a mano  y para anotar experiencias y recordarlas para siempre. Se está volviendo un librito parecido al de una drogadicta convertida en pastora evangelista o algo así, porque es demasiado optimista y positivo. Cada día que pasa todo está bien y estará mejor. Lo hago casi por inercia o porque quizás mi mente solo está llena de pensamientos así. Lo que me preocupa aparece cuando me enrosco flasheando si la estoy pifiando y estoy aceptando mi vida tal cual es sin darme cuenta que me estoy convirtiendo en una conformista  clásica víctima de este sistema…  
El error está ahí, en pensar boludeces.
La sincronía de la naturaleza funciona  por instinto, verdad? Bueno, así estoy yo. Me respondo a medida que estoy escribiendo y digo que no es así, que estoy haciendo muchas cosas lindas de verdad. Que darse la oportunidad de pasarla bien tiene que durar toda la vida o al menos una buena temporada, que soy lo que pienso, que depende de mí,  que existe dentro nuestro toda una galaxia entera,  y como sabia tolteca cuido mis palabras empezando por la cabeza. Me gusta creer que voy por buen camino. Me siento bien. Podría escribir más seguido, pero el calor me pide birra y la fecha me pide resumir para rendir (y aprobar, claro) el próximo mes.