lunes, 29 de agosto de 2011

después






Después de perder siempre huelo a quemado. El mundo continúa coexistiendo con el oceano gris, y las margaritas, siguen siendo las únicas flores agrias del planeta. Después de perder siempre recuerdo lo que nunca me importó. Después de perder siempre me siento cansada. El sofá cobra la importancia que prácticamente desde que nací le mal-otorgué, y el alcohol viaja sin billete de vuelta desde el mueble bar hasta mi estómago, sin hacer parada por otras tráqueas sedientas de cualquier cosa que arañe o distorsione. Después de perder siempre hace frío. Las sábanas de cuadritos de colores arropan hasta el último poro de mi piel. Después de perder se aprende. Después de perder, puedo mejorar.

martes, 16 de agosto de 2011

El gran Dictador






Lo siento.




Pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni ayudar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura.
Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.

Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oirme, les digo: no deseperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de homres que temen seguir el camino del progreso humano.

El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá.

CHAPLIN