martes, 12 de abril de 2011

we can feeling this




Hace varios, varios años, me encantaba poner a las personas en un compromiso para que tuvieran que elegir entre una cosa u otra. Era un compromiso hecho juego, obvio. Les decía a mis amigas: " vamos a jugar a un juego... Tienen que perder un sentido. Y lo van a perder ahora mismo y para siempre. ¿Cual?" Y todas me decían el olfato o el tacto. Claro, con nueve años todavía no éramos concientes de la importancia del contacto físico. También inventaba otras situaciones del tipo: "Alguien va a dispararte. ¿Qué prefieren, perder los brazos o las piernas¿". Unas me decían: "Los brazos, porque sin las piernas no puedo correr". Y entonces yo decía: "pero sin manos no podés escribir, ni comer, ni hacer nada." Y entonces se quedaban un poco sin saber qué decirme. Ellas creían que el juego consistía simplemente en decir qué querías o qué no querías perder, pero yo iba más allá, yo quería que me explicaran porqué y que me convencieran. Nadie me convenció nunca. Salvo una chica, que me dijo que si perdiera el olfato no podría oler las flores de los jardines vecinos camino a su casa, o los libros viejos. Y entonces me quedaba el tacto. Por favor!!! ¿Cómo iba a perder el tacto? Después de que dos manos hubiesen recorrido todo mi cuerpo, de que una amiga me hubiese abrazado fuerte un día triste o de que mis viejos agarraran mis brazos para que saltara un charco sin mojarme. Para salvarme. Después de que me tocaran, no... no podría rechazar ese sentido. Tampoco podría no ver. ¿Cómo escribiría? ¿Sobre qué hablaría si ya no puedo ver el mundo con los ojos? No quiero aprender a ver el mundo de otra manera, me gusta verlo así y me niego rotundamente a no ver las puestas de sol, ni la marea cuando sube, ni las gotas de lluvia acumulándose en las esquinas de mi ventana. Yo que sé. Es que.. el gusto tampoco podría perderlo porque cuando estoy triste agarro un bol con chocolate frío y me lo como entero, y saborear todas esas calorías descendiendo por mi tráquea es algo que... como si me sanara, algo raro. Entonces no... no puedo renunciar a eso. Tampoco podría no escuchar. Levantarme por las noches, asomarme a la ventana y sentir a la ciudad dormida, casi muerta. Escuchar la risa de un peque, alguien que pide disculpas detrás de mi espalda, la radio a las tantas de la madrugada, The Clash y su Stay Free... No, no podría no escuchar. Es estúpido. Es un juego estúpido. Y no pienso volver a jugar nunca más.