No estoy dispuesta a hablar de los junios que se tornaron densos demasiado pronto. No hubo un principio. Nunca sé por donde empecé. Ni por donde seguí. El caso es que me vi metida en un montón de tachones en el calendario, en aspirinas para la cabeza, y en noches de insomnio en los que te preguntas por qué el color rojo no es azul. Ahora sé lo que no soy, y creeme, que es un gran avance. Antes no sabía ni eso. Era el folio en blanco que te grita descaradamente en esos exámenes de mierda. Y ahora, supongo, que estoy estudiando un poco. Va a resultar que no soy una materia difícil, aunque no me extrañaría. Me equivoco normalmente cuando intento vivir rápido, con prisa y a lo loco. Me suelo martirizar mucho con los propios sueños, y reprochármelos cuando los dejo mucho tiempo entre los manteles que no uso en el cajón más remoto de mi vida. Es una boludez,yo soy una boluda. Pero por eso mismo después no cumplo nada, y mis tortas están sin velas prendidas pero con muchas chispitas. Quiero encender alguna, porque es lo máximo que existe. Quiero encenderme mucho más.
