martes, 15 de noviembre de 2011

Bowiedora


Mirar una puesta de sol, un árbol, una nube con forma de pulpo, ramas en el pasto, cigarros consumiendose en un cenicero viejo, y realizar con tus ojos una fotografía instantánea.
Visitar todos los museos que se pueda. guardar en la memoria los cuadros más movilizadores y significativos. tatuártelos apenas se dé la situación.
Caminar con los auriculares puestos por el medio de la asquerosa peatonal, escuchando Lust for life, que tus pasos sean el bombo y los parpadeos los golpes sobre el hi hat de la batería, y sentirse el protagonista de un video musical que nunca existió.
Inspirarse en medio de la clase más aburrida de la semana, escribiendo palabras sueltas en los márgenes de las hojas, para después transformarlas en poesía, y en casa, con la viola, en una hermosa canción.
Escuchar a Bowie, que tanto te gusta, y agradecer sonriente al cosmos por existir.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Nada puede estar mal, mientras las canciones sigan estando escritas para vos




La esperanza es buena porque hace que seamos pacientes. Quien pierde la esperanza, no se queda a vislumbrar el final de la partida. Quien pierde la esperanza no gana, ni juega, ni arriesga, ni vive, ni muere. La esperanza es lo último que queda; hasta el final, finalísimo de nuestros días- porque nos ayuda a despertar por las mañanas con un ápice más de ganas y a acostarnos sin inundar la almohada de gritos. La esperanza nunca es absurda, nunca se da a destiempo y nunca está de más. La esperanza es tan necesaria como lo obvio de la imposibilidad de caminar si no tenemos piernas. La esperanza hace que nuestro brazo se mueva hacia delante, y consecutivamente que lo haga el otro. Y hace que se produzca esa expresión mágica a la que alguien llamó sonrisa. Y hace que la gente viva.