miércoles, 26 de agosto de 2009

hombre lobo



Como el gramófono echaba a perder en mi cuarto de estudio el aire de ascética espiritualidad, como los bailes americanos irrumpían extraños y perturbadores, hasta destructores, en mi cuidado mundo musical, así penetraba de todos lados algo nuevo, temido, disolvente en mi vida hasta entonces de trazos tan firmes y tan severamente delimitada. El tratado del lobo estepario y Armanda tenían razón con su teoría de las mil almas; diariamente se mostraban en mí, junto a todas las antiguas, algunas nuevas almas más; tenían aspiraciones, armaban ruido, y yo veía ahora claramente, como una imagen ante mi vista, la quimera de mi personalidad anterior. Había dejado valer exclusivamente el par de facultades y ejercicios en los que por casualidad estaba fuerte y me había pintado la imagen de un Harry y había vivido la vida de un Harry, que en realidad no era más que un especialista, formado muy a la ligera, de poesía, música y filosofía; todo lo demás de mi persona, todo el restante caos de facultades, afanes, anhelos, me resultaba molesto y le había puesto el nombre de «lobo estepario».

[Fragmento de "El lobo estepario", 1927, de Hermann Hesse]

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