domingo, 28 de mayo de 2017

“Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”


Estoy escuchando uno de los sonidos más lindos del mundo. Estoy sentada frente a una cascada que no tiene nada que envidiarle a alguna isla asiática. Debería estar inspirada pero no puedo escribir nada. Antes de llegar a este paraíso estaba viendo como pasar por mi colador mental todas las emociones que tenía atravesadas, y hoy estoy en blanco. Soy un elemento más que acompaña al sol, sentada en una piedra enorme, que debe tener muchísima energía acumulada, paré acá con la esperanza de intercambiar un poco. Mi mochila tiene mucho cuarzo concentrado que llevo para sobrevivir en la Babilonia. Estoy respirando lo más puro de los pinos, no puedo creer la relación tiempo-distancia y la sensación de caminar a miles de metros de altura es un dejavu que siempre festejo. El despertar rodeada de flores. Me atrapan las ganas de querer quedarme acá y me mata el desarraigo, y vuelvo a no pensar. Bebo un poco de agua sagrada y siento como todo mi cuerpo se limpia, como pasa por mi garganta toda la fuerza de la montaña junta . Sonrío. Hace mucho mucho que no me pregunto sobre la felicidad y estoy muy agradecida. Creo que la magia de varias palabras las perdí con la instalación de la realidad virtual que me rodea.
Aceptar el presente y dar gracias por todo en algún pasado adolescente lo llamaba conformidad. Hoy es un suspiro profundo que me ayuda a meditar.

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