jueves, 27 de enero de 2011

y carpe diem, que el tempus fugit.





Yo creo que el mundo en sí es magnífico y no nos paramos a... a verlo como realmente algo así merece ser visto. A veces tengo la sensación de que la gente que me rodea camina por la vida sin fijarse en cosas que a mí, personalmente, me fascinan. Creo que todo, absolutamente todo en el mundo, es increible y de nosotros depende ver esa belleza real e infinita contenida en un algo finito y provisional. No sé. Es que ultimamente tengo la sensación de que la mayoría de la gente camina a través de la belleza, incluso me animaría a decir por encima de la belleza, la pisan y ni siquiera bajan la mirada para verla.  Me entristece que a la gente le cueste tanto bajarse de este circo mundano cinco minutos al día para empaparse de un algo tan perfecto que podría alegrarnos la vida. Vivir no es una obligación. Casi nadie se baja del mundo mudo para observar con cuerpo y mente lo que se muestra, casi nadie desenreda los párpados para revisar con o sin cuidado lo único que realmente vale la pena. La vida es bella, lindísima, tan imperfecta que termina resultando totalmente perfecta. Hay belleza por todos lados. Vayan a un almacén, vean cómo las personas eligen la mejor fruta. Caminen por la calle, llenen miradas de desconocidos, noten cómo la naturaleza real y la impuesta se mezclan en un cóctel francamente alucinante. Y después vengan y cuéntenme si no vale vivir. .

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