miércoles, 24 de enero de 2018

embellece



Estás despertando de un sueño que duró mucho, en donde el inconsciente trabajó demasiado. Vos te hiciste elx terapeuta pero te diste cuenta de que con mucho análisis giraste bastante en el mismo lugar. Estabas viviendo muchas situaciones creyendo que la piloteabas como unx championx, pero es parte del trance de esta larga aventura que llamás aprendizaje. ¿Quién te dice que ahora sabés qué hacer? Sabés más que ayer, eso sí. Y con el fuego, que te encandilaba y al que el entregabas la vida, tenés cuidado.  Medís un poquito las manos y ya no metés todo el cuerpo en la hornalla. Te quemás, pero no tanto. Te cansás de quemarte, te alejás y te enfriás demasiado, y eso tampoco te sirve.  Vas probando diferentes nivelaciones y acercamientos para armonizar la temperatura de las yemas de tus dedos con el calor. Ahí está la felicidad según la ciencia rusa, posta.
Aprendés a vivir con eso, con ese pedacito de piel rugosa que te recuerda que por más que la llama brille con intensidad no podés agarrar y moldearla. Sí podes contemplarla, podés usarla, podés llevar la imagen al centro de tu pecho para encenderla y así comprender que no necesitás colgarla como medalla de guerra en tus remeras.
Estás despertando, no hay alboroto alrededor, saliste del huevo cual apocalipsis zombie y ahora sí podes ayudar alx que está tiradx,  porque el fueguito está fuerte y adentro tuyo, y tiene muchas mechas para-prender.





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