lunes, 19 de septiembre de 2011

son re ír





Nunca hablé de la felicidad. Y tampoco tengo ganas. Pero a veces me siento en las nubes, pensando cómo sostenerla en mi cuerpo, en mi entorno, sin que se valla, sin que se escape...


No sé si es un estado, un equilibrio de determinadas cosas, una ilusión, pero muchas veces me consideré feliz. Cuando era más chica, creía que la felicidad era como el juego de la escondida, los adultos la buscaban, en sus proyectos, sus trabajos, sus familias, y deseaban encontrarla esforzándose a más no poder. Ahora que ya tengo mis (pocos) años, me doy cuenta de que aquella se encuentra en las pequeñas cosas de la vida... Llevo tatuado en mi corazón un carpe diem que me enseña a vivir cada segundo como si fuera el último, a perdonar aquellos errores que en definitiva, son humanos, a amar apasionadamente a aquellas personas que se lo merecen, a escuchar el sonido de las luces, a ver la luz de la música, a gritar silencios que valen más que mil palabras.

1 comentario:

Ezequiel Cavallero dijo...

"y tampoco tengo ganas". ¡Caradura! Muy lindo.