Ella buscó el mejor momento y lugar para resumir toda su
hermandad en un fino presente que tiene la capacidad de duplicarse para que el
ritual de todas las tardes sea de a dos. Sabía que su amiga lo conservaría con
amor y recuerdos de todos los años de amistad que habían transitado y que claro
también, las identifica. Porque no hay tiempos ni distancias que valgan para
sentir la calidez de un sabor pasando cerca del corazón, que renueva las promesas
que ambas saben bien que volverán realidad.
Casi diez gramos de algo que traducido en el peso del amor
es infinito, porque sus meriendas no tienen la misma mesa, pero sí las mismas sensaciones.
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