Nos merecíamos una noche diferente.
Bajar la guardia, mezclarnos con la no-gente.
Desoxidar el corazón,
con ese lubricante viejo al que todos llaman amor.
Pero sin luna el cielo no tiene colores,
por eso teníamos que pintarlo arañando sensaciones,
con esa leve confusión que nos convierte en inexpertos
y la llamamos pasión.
Vamos de la mano,
no nos soltamos
y nos acercamos un poco más.
Sólo somos pieles acostumbradas a no buscarse
y a rozar.
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